La llegada de un estímulo emocional, como por ejemplo un temor a ser agredido o un ataque de rabia, entra por la vía visual (ojos) hacia el Talamo, desde allí viaja por el cíngulo hacia la corteza entorrinal, entrando a la amigdala. La respuesta se elabora rapidamente y se envía por el hipocampo, el fornix y nuevamente de vuelta al Talamo, desde donde la señal baja hacia los efectores perifericos. La respuesta es rápida, no pensada y de sobrevivencia frente a una agresión.
Una persona bien entrenada educativamente hablando, puede enviar señales desde el Talamo hacia la corteza prefrontal para su análisis antes de manifestar una conducta agresiva y desde allí decidir conductas más racionales, previsoras y adaptativas.
Nuestra labor en una sociedad desarrollada es educarnos para controlar permanentemente los asaltos emocionales que derivan en agresión física.
"La Neocorteza se sienta en el sistema límbico, igual que un jinete en un Caballo sin rienda." (Nauta)
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